La primera lengua que yo aprendí fue el valenciano. Y el primer recuerdo que conservo recuerdo que conservo pegado a la memoria no es un recuerdo de vida, sino de muerte. Mi madre, mi mama, el confuso dolor y las ganas de comer. Eso es todo. Antes de los tres años debieron de ocurrirme grandes cosas y especialmente he sentido siempre la misteriosa ternura y el amor que me rodearon desde que nací como un manto cálido y seguro, algo de lo que la vida, para mi fortuna, no ha querido despojarme nunca. Sin embargo, recuerdo solo las lágrimas de mi madre y de mi hermana, una sombra de dolor, el hambre. Me parece injusto, pero nadie puede alterar su memoria. Naturalmente, se han borrado los perfiles y los detalles. ¿Qué ocurrió? Estaba muy enfermo, los médicos no descubrían lo que me estaba pasando, todo el mundo en la casa pensaba que iba a morirme lo mismo que una hermanita nacida seis años antes que yo: Mari Carmen, desaparecida a los veinte meses. La fiebre me tenía postrado e inerte.
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