Prólogo
Una noche, en alguna parte del mundo, te vuelves a mirarte en el espejo de un camerino que nunca puede ser tu propia casa, y contemplas tus ojos desconcertados e hinchados por la fatiga. “¿Qué estás haciendo aquí?” “¿Por qué haces lo que haces y no otra cosa?” “¿Quién eres realmente tú?” . Al otro lado de la puerta todavía se agita una multitud fervorosa que te ha estado escuchando durante dos horas, aún aplaude al escenario vacío, espera que regreses y que le entregues lo que te queda de ti. Alguien te dice muy nervioso que los servicios de seguridad apenas pueden contener a un grupo que pretende asaltar el camerino el camerino y te ruega que salgas hacia el automóvil que está esperándote ante una puerta lateral y secreta. Sin cambiarte de ropa, sin secarte el sudor, sin probar un sorbo de agua. Pero debe ser pronto, inmediatamente, antes de que resulte demasiado tarde. Porque a veces, y con frecuencia, el afecto es peligroso. A veces la pasión hiere. Pero ha bastado esa mirada fug...